Flower Moreno, Radiólogo en Chocó
Mi nombre es Flower Córdoba Moreno, tengo 28 años y soy de Juradó, Chocó. Me convertí en Radiólogo en la Universidad Área Andina de Pereira, aunque a pesar de mis estudios el papel diga que soy tecnólogo en radiología, orgullosamente digo que soy un profesional en Radiología e imágenes diagnósticas.
Mi emprendimiento, Radiólogos del Pacífico S.A.S, inició hace tres años junto con un socio que hace un tiempo se retiró del proyecto seis meses después de arrancar ya que, como cualquier emprendedor, tuvimos problemas de financiación, particularmente en la consecución de un equipo de rayos X básicos. En este punto, a pesar de la falta de ideas, decidí seguir adelante, expandirme y buscar inversionistas. Esta situación, como a todos los emprendedores, me llevó a invertir todo mi tiempo y ahorros, y renunciar a ofertas laborales atractivas. No perdí el foco.
Una tarde recibí una llamada de una empresa reciente que estaba interesada en la propuesta y ellos actuaban como inversionistas. Me lance a ella y logre contactar con estas personas y ellos como condición tenia que lograr habilitar el servicio en una clínica de segundo o tercer nivel. Acepté con la esperanza de que el gerente del centro medico, mi primer socio operativo, retomáramos las negociaciones, pero no tuve éxito. Aunque estuve a punto de renunciar al sueño de Radiólogos del Pacífico, un buen amigo me contó de una clínica que había cerrado hace unos meses y que estaba en búsqueda de operador para habilitarla, además era de tercer nivel…. Pensé: “es mi oportunidad”.
Fui a Quibdó a buscar los dueños y tardé más de una semana en contactarlos y lograr una cita. Recuerdo que hasta los tuve que seguir para ver donde se alimentaban para ir yo también y tener un acercamiento con ellos... suena como a acoso, lo sé, pero estaba decidido a lograrlo. Finalmente, conseguí hablar con el señor, después de haberlo esperado en la entrada de su despacho, y le dije: “Aquí estoy para ayudarle con la habilitación de la clínica”. A lo que, después de mirarme de pies a cabeza respondió: “¿Cómo piensa lograrlo?”. Me concedió una cita la semana siguiente, fue explicito en que debería llevar la toda mi propuesta. Nos estrechamos las manos y nos despedimos.
De regreso al lugar donde me estaba quedando, a más o menos unos 45 minutos caminando, iba pensando “Y ahora, ¿qué hago? No tengo ni idea como armarle la propuesta”. Caminé sin rumbo por Quibdó por horas pensando en la propuesta sin tener idea cómo presentársela a quien podría ser la salvación del emprendimiento. Llamé a mis socios en Bogotá y les conté de la situación, a lo que respondieron con risas. Dijeron “Flower no se preocupe, nosotros le ayudaremos, el día de la reunión lo acompañaremos”.
Pasaron los días y en el momento de la reunión, me informaron que el señor había viajado a Istmina y venía la próxima semana. Sin pensarlo me fui para Istmina, fui a buscarlo en la clínica y él, cuando me vio, dijo “si que eres persistente”. Para entonces era hora de almuerzo, así que muy amablemente me invitó a almorzar con él. Mientras comíamos y conversábamos hizo un anuncio, dijo “Flower, ya hay una persona que tomará la operación de la clínica, te voy presentar con él para ver si pueden cuadrar algo”.
Al volver a la clínica, conocí al Dr. Carlos (cambio el nombre para no herir susceptibilidades), quien mencionó que conocía mi proyecto y que le interesaba. Pensé que me había ahorrado la búsqueda de un operador para la clínica, sentí un alivio. La inocencia del novato… con una enorme alegría converse nuevamente con mis socios y ellos compartieron mi felicidad. No había nada en el universo que pudiera opacar ese momento de éxito.
Días después, nos reunimos en Bogotá con los socios y todo estaba listo. Sin embargo, la condición del Dr. Carlos fue la de trabajar sólo conmigo y que él ponía los equipos. Lo miré fijamente, me levanté y le dije: “no voy a abandonar a mis socios, así me cueste el proyecto”. Me fui decepcionado, les conté sobre lo que paso y su respuesta fue que con el tiempo íbamos a encontrar una solución y que seguían creyendo en el proyecto.
Al cabo de unos meses, la clínica comenzó a operar sin radiología y lo que escuche que andaban buscando quién hiciera esa tarea. Al año siguiente, la institución cerró por mala administración y desde entonces esta cerrada. El dueño de la clínica, unos días antes de la llegada de la pandemia me llamó y me dijo que si lograba conseguir operador podía poner a funcionar Radiólogos del Pacífico SAS al 100%. Pero, como ocurrió con la mayoría de los emprendimientos, la pandemia se llegó y nos puso en freno en seco. Se pararon las negociaciones y todo está quieto hasta nueva orden.
Me encuentro ahora en Medellín, trabajando como radiólogo para sostenerme, después de todo, es mi profesión. Me mantengo con la convicción de que Radiólogos del Pacífico SAS es un emprendimiento con futuro, con posibilidades para prestar un servicio que el Chocó necesita. Esperemos que la situación mejore, que en la medida que la pandemia lo permita, los emprendedores podamos seguir persiguiendo el sueño de hacer empresa desde y para el beneficio de las regiones.